Escojo estos párrafos del valioso libro de la escritora Lucía Carro Marina que, bajo el título de Cartas Patanas ha sido editado el presente año en la editorial Biblioteca Nueva, y que está lleno de conocimiento liberador: "(...) contemplé algo que en Occidente se ve poco: la relación de amistad y fidelidad que se guardan objeto y amo. La lealtad hacia el objeto que nos ha valido, que se ha portado con nosotros. El usuario deja de ser mero usuario y pasa a ser "amo" -un vínculo diferente al de "dueño", aquí en Oriente-, se convierte en valedor y paladín del objeto que en Occidente arrojamos a la basura, impasibles y sin conmiseración con la recientemente adquirida certeza, curiosamente evidente, de que "hay que comprar otro".
El objeto con el que hemos convivido y que ha sido testigo y compañero, hay que defenderlo y serle fiel, no sólo por la pobreza. Este enser se convierte en un bajo continuo del afán diario, que emprende de nuevo el ritmo, una vez reparado, sin fallar, y a quien no se le debe fallar.
En las moradas en las que se practica esta devoción, la connivencia con las cosas y los enseres "inanimados" de la casa segrega una dinámica de relaciones nobles y una dignidad muy otra. Lo que en Occidente llaman "cutre" es aquí bravura, aguante y sentimiento, como reza la jota aragonesa.
Esa lealtad, que cuesta más esfuerzo que el "comprar uno nuevo", también genera ingenio y creatividad que los amos derrochan para mantener vivos a sus fieles. No es apego, es justicia. Una alcurnia que se echa de menos en los interiores high tech impolutos y niquelados como quirófanos de las casas que famosos y futbolistas de moda exhiben en ciertas revistas.
Dichas publicaciones están difundiendo la necesidad de un tipo de interiores "eficaces" con mil adelantos que eliminan "gestos inútiles", y las cosas que "hay que tirar".
Esto supone una mecanización de la gestualidad y de la atención, una supresión de los interiores del corazón y el exilio de las corazonadas, una automatización de la circulación de energía que no deja lugar a otra limpieza, más exhaustiva, que se siente y se huele en interiores "fieles" que estoy conociendo en el tercer mundo.
En nuestros viajes de campo he comprobado que la higiene y lo curioso tienen múltiples actualizaciones, que no corresponden al olor a limpio estándar que se compra en los supermercados. Si quieren que les diga la verdad, la falta de ternura y creatividad de los interiores de diseño, que se estilan ahora en Occidente, huele a cerrado."
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