sábado, 24 de noviembre de 2012

UN POEMA

Pues nadie puede permanecer en el Verano, sino a un lado o al otro, elegir entre una de sus dos orillas cubiertas de sombra.
Pero es en el Otoño cuando el fruto de la tierra, el dorado racimo madura.
Mas muy pocos son los que pudieron alcanzar esta meta: tan sólo aquellos que supieron proteger con las manos sus ojos, con las manos ahuecadas como una corona de laurel consiguieron no ser cegados por el sol abrasador.
Y, sin embargo, aquel hombre, el primero que al muelle ha llegado esta tarde de lluvia, el ganador de una carrera que comenzó en la orilla, atleta sonámbulo frente a las gradas vacías de los largos pasillos solitarios en la casa del padre, acodado en la barandilla del Paseo Marítimo, sigue acordándose del verano tan breve. Y sueña con un huerto casi azul, y con la playa centelleante al mediodía, otra corona que ciñe sus sienes en la sombra.
La melancolía del hombre es el Verano; pero no es durante el Verano cuando se cumplen las promesas hechas al hombre sino en el Otoño; pues el Otoño, cuando la naturaleza estalla en los colores de la sangre, es la fantasía del hombre.
¿Acaso no es más vivo el color de las hojas en Noviembre que el fuego del Verano?
Pero el hombre, al que la dulce lluvia ha recogido, sigue soñando con el Verano, tan breve, en un huerto muy ameno, en las aves. Y hace bien, pues de nada serviría su triunfo si no estuviese ceñido por la melancolía, la auténtica corona del hombre.
No se puede entender la gloria del hombre sin tanta melancolía.

(De La Pobreza Dorada)

jueves, 1 de noviembre de 2012

LA EMPATÍA DEL POETA CON JAVIER MARÍAS

El poeta da su vida por los demás al ponerse en el lugar del otro. Y siente a la vez como himno y elegía que cada ser humano es irrepetible, y que ninguna generación puede sustituir a otra.
Pues este gesto poético en grado sumo lo ha tenido Javier Marías al renunciar recientemente al Premio Nacional de Narrativa que le había sido conferido, entre otras razones porque su propio padre no había recibido ningún galardón, a pesar de todos sus merecimientos.