martes, 20 de agosto de 2013

NOTAS DE VIAJE, (1): Fuera del laberinto del "Minosmartphone"

Por fin hay movimiento en este atardecer de verano en una localidad de la provincia de Sevilla; sí, hay movimiento, una brisa deliciosa que ha puesto fin a la sensación de estancamiento que provoca un exceso de acción. Estoy meciéndome en el jardín con huerto de una amplia vivienda situada en una calle principal llamada Victoria. Y como siempre suele suceder, cuando hay movimiento también hay muchos pájaros, silbos y trinos, y momentos en los que parecen unirse las aves diurnas con las nocturnas más salmódicas.
Sí, verdadero movimiento que es rehumanización.
Porque si la imaginación de etapas pasadas concibió animales fabulosos, mezcla de varios existentes, y también centauros, minotauros, sirenas, seres de naturaleza mixta humana y animal, la de nuestra época podría hacerlo de otra manera, alumbrando otros de doble vínculo humano y mecánico, humano y automovilístico, humano y electrodoméstico, humano e informático, un híbrido de humano y de smartphone hilvanados por la oreja, el "Minosmartphone"; y encastrado el ser humano dentro de un nuevo objeto novedoso y con frecuencia veloz, para adelantarse al tiempo, o mejor para no vivir ya ni siquiera dentro de él, ese hombre, a pesar de que crea lo contrario, pues se traslada mecanizado dentro de esa nueva naturaleza de un sitio a otro, sin embargo ignora que permanece inmóvil, pero careciendo de la quietud de la stasis. Sin éxtasis.
 He llegado por una ruta de campos de girasoles, y olivares en orden perfecto, alineados sobre tierra blanca, caliza; con el contraste del verde oscuro de los cipreses y el verde claro de las palmeras flanqueando los cortijos y las casas de labor; una ruta que sólo cubren algunas líneas de autobuses y trenes de media distancia frecuentados por algunos viajeros románticos (como lo fue Washington Irving) que rechazan las vías de alta velocidad como una maldición, pues ya saben que el verdadero movimiento, el ritmo, se desarrolla en las etapas de un viaje cuanto más largo mejor, y más lento, en el que la verdadera meta se va alejando y desplazando siempre al avanzar.

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