sábado, 21 de septiembre de 2013

NOTAS DE VIAJE, (4): EL JARDÍN TEMPLARIO

Fui a pasar los últimos días del pasado mes de agosto a una casa familiar, en Bejar, escenario de muchos otros veranos.
Y no es Bejar, con sus bosques de castaños y suaves pendientes, lugar alejado de mis anteriores destinos, ya que se halla situado en la Ruta de la Plata que arrancando de Andalucía es también camino de Santiago. Y es que tuvo este verano mucho de camino arriba, de ir hacia la fuente.
Desde mi habitación allí oía, bajo el emparrado y el anfiteatro del horizonte de una huerta escalonada, el surtidor, el chorro de una fuente antigua, tradicionalmente llamada "Pilón", que ha manado y fluido siempre para sí misma; y para lo demás, y para mí desde mi infancia.
Fuimos entonces a visitar el jardín templario de unos amigos, los Tavira, en el Puerto de Bejar, diseñado aquel hace dos siglos por un paisajista valenciano de ascendencia francesa, de nombre Veyrat, tal vez antepasado de nuestro poeta Miguel Veyrat.
Sobresalen una escalinata a la que según nuestra guía, Rosa Tavira, puede dársele el significado de un símbolo místico; y también un secuoya, un pinsapo y un tilo ancestral. Se trata de un jardín ya casi convertido en bosque.
Merendando después en la terraza de las termas romanas de Baños de Montemayor en compañía de mi hermana Teresa, y comentando con ella algunas páginas destacadas de Chateaubriand, se nos ocurrió a las dos que el verdadero problema de nuestro tiempo es poner más énfasis sólo en uno de los aspectos del derecho, relegando el otro al olvido, el de obligación y responsabilidad; porque un tiempo sin sentido de la responsabilidad y sin asunción de obligaciones es un tiempo sin nobleza.

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