sábado, 6 de julio de 2019

DE LAS CHANCLAS

Siempre le irritaba oír arrastrar los pies, y sobre todo el ruido de las chanclas; quizá porque había sido educada de una manera muy estricta, y le habían prohibido arrastrar los pies. Y la educación siempre se fundamenta, sea la que sea, en tomar en consideración a los demás; con lo que el ruido de las chanclas no le parecía solamente una molestia sino también un insulto.
Sin embargo aquel día, en el que un accidente imprevisto en una calle solitaria la dejó abandonada en estado de indefensión, con un tobillo torcido, el fémur roto, y pérdida de conocimiento, cuando volvió en sí recuperando la conciencia, despertada por el ruido de unas chanclas, sintió la esperanza de poder ser salvada por otro ser humano; y entonces no le disgustó oír arrastrar los pies en medio de la nada.

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